El aparato respiratorio comienza en la nariz y la boca y continúa por las demás vías respiratorias hasta los pulmones, donde se intercambia el oxígeno de la atmósfera con el anhídrido carbónico de los tejidos del organismo. Los pulmones son los dos órganos más grandes del aparato respiratorio; su forma es semejante a dos grandes esponjas que ocupan la mayor parte de la cavidad torácica. El pulmón izquierdo es ligeramente menor que el derecho porque comparte el espacio con el corazón, en el lado izquierdo del tórax. Cada pulmón está dividido en secciones (lóbulos). El pulmón derecho está compuesto por tres lóbulos y el izquierdo por dos.
Interior de los pulmones y de las vías respiratorias |
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El aire entra en el aparato respiratorio por la nariz y la boca y llega a la garganta (faringe) para alcanzar la caja que produce la voz (laringe). La entrada de la laringe está cubierta por un pequeño fragmento de tejido muscular (epiglotis) que se cierra en el momento de la deglución, impidiendo así que el alimento se introduzca en las vías respiratorias.
La tráquea es la más grande de las vías respiratorias; comienza en la laringe y acaba bifurcándose en dos vías aéreas de menor calibre (bronquios) que conducen a los pulmones. Los bronquios se dividen sucesivamente en gran número de vías aéreas cada vez de menor tamaño (bronquiolos), siendo las ramas terminales más finas (de sólo 5 mm de diámetro). Esta parte del aparato respiratorio se conoce como árbol bronquial, por su aspecto de árbol al revés.
En el extremo de cada bronquiolo se encuentran docenas de cavidades llenas de aire, con forma de diminutas burbujas (alvéolos), semejantes a racimos de uvas. Cada uno de los pulmones contiene millones de alvéolos y cada alvéolo está rodeado por una densa malla de capilares sanguíneos. El tapizado de las paredes alveolares es extremadamente fino y permite el intercambio entre el oxígeno (que pasa de los alvéolos a la sangre de los capilares) y una sustancia de desecho, el anhídrido carbónico (que pasa de la sangre de los capilares al interior de los alvéolos).
La pleura es una doble capa de membrana serosa que facilita el movimiento de los pulmones en cada inspiración y espiración. Envuelve los dos pulmones y, al plegarse sobre sí misma, tapiza la superficie interna de la pared torácica. Normalmente, el espacio entre las dos capas lubricadas de la pleura es mínimo y durante los movimientos respiratorios se desplazan fácilmente la una sobre la otra.
Los pulmones y demás órganos del tórax están alojados en una caja ósea protectora constituida por el esternón, las costillas y la columna vertebral. Los 12 pares de costillas se curvan alrededor del tórax. En la parte dorsal del cuerpo, cada par se conecta con los huesos de la columna vertebral (vértebras). En la parte anterior, los siete pares superiores de costillas se unen directamente al esternón por medio de los cartílagos costales. El octavo, noveno y décimo par de costillas se unen al cartílago del par inmediatamente superior; los dos últimos pares son más cortos y no se unen a la parte anterior (costillas flotantes).
Los músculos intercostales, situados entre las costillas, colaboran con el movimiento de la caja torácica, participando de ese modo en la respiración. El diafragma, el músculo más importante de la respiración, es un tabique muscular con forma de campana que separa los pulmones del abdomen. El diafragma está adherido a la base del esternón, a la parte inferior de la caja torácica y a la columna vertebral. Cuando se contrae, aumenta el tamaño de la cavidad torácica y, por lo tanto, los pulmones se expanden.
Funciones del aparato respiratorio
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Intercambio de gases entre los alvéolos y los vasos capilares
La función del aparato respiratorio es el intercambio de dos gases: el oxígeno y el anhídrido carbónico. El intercambio tiene lugar entre los millones de alvéolos de los pulmones y los capi-lares que los circundan. Como puede verse abajo, el oxígeno inspirado pasa de los alvéolos a la sangre de los capilares y el anhídrido carbónico pasa de la sangre de los capilares a los alvéolos.
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La función principal del aparato respiratorio es conducir el oxígeno al interior de los pulmones, transferirlo a la sangre y expulsar las sustancias de desecho, en forma de anhídrido carbónico. El oxígeno inspirado penetra en los pulmones y alcanza los alvéolos. Las paredes de los alvéolos están íntimamente en contacto con los capilares que las rodean, y tienen tan sólo el espesor de una célula. El oxígeno pasa fácilmente a la
sangre de los capilares a través de las paredes alveolares, mientras que el anhídrido carbónico pasa desde la sangre al interior de los alvéolos, siendo espirado por las fosas nasales y la boca.
La sangre oxigenada circula desde los pulmones a través de las venas pulmonares, llega al lado izquierdo del corazón y es bombeada hacia el resto del cuerpo. La sangre desprovista de oxígeno y cargada de anhídrido carbónico vuelve al lado derecho del corazón a través de dos grandes venas: la vena cava superior y la vena cava inferior. Es impulsada a través de la arteria pulmonar hacia los pulmones, donde recoge el oxígeno y libera el anhídrido carbónico.
Control de la respiración
El centro respiratorio, situado en la parte inferior del cerebro, controla subconscientemente la respiración, que, en general, es automática. El cerebro y unos pequeños órganos sensoriales situados en las arterias aorta y carótida, son capaces de percibir una concentración de oxígeno inferior a la normal o un incremento anormal del anhídrido carbónico. Entonces, el cerebro provoca un aumento de la frecuencia respiratoria. Por el contrario, cuando los valores de anhídrido carbónico bajan excesivamente, la frecuencia respiratoria diminuye. La frecuencia respiratoria del adulto en reposo es de unas 15 inspiraciones y espiraciones por minuto. Dado que los pulmones no poseen músculos propios, el esfuerzo respiratorio lo realizan principalmente el diafragma y, en menor escala, los músculos intercostales. Durante la respiración forzada o laboriosa participan otros músculos del cuello, de la pared del tórax y del abdomen.
El diafragma se mueve hacia abajo cuando se contrae y dilata la cavidad torácica, reduciendo la presión en el pecho. El aire fluye rápidamente hacia el interior de los pulmones para igualar la presión atmosférica. Entonces el diafragma se relaja y sube, y la cavidad torácica se contrae, elevando la presión del aire. El aire es expelido fuera de los pulmones por la elasticidad natural de los mismos. Los músculos intercostales participan en este proceso, especialmente cuando la respiración es profunda o rápida.
Síntomas respiratorios
Entre los síntomas más corrientes de los trastornos respiratorios se destacan la tos, el ahogo (disnea), el dolor torácico, la respiración sibilante, el estridor (sonido semejante a un graznido al respirar), la hemoptisis (esputo con sangre), la cianosis (coloración azulada de la piel), los dedos en palillo de tambor y la insuficiencia respiratoria. Algunos de estos síntomas no siempre indican un problema respiratorio. El dolor de pecho también puede ser consecuencia de un problema cardíaco o astrointestinal.
Función que desempeña el diafragma en la respiración
Cuando el diafragma se contrae, la cavidad torácica se ensancha reduciendo la presión interior. Para igualar la presión, el aire entra en los pulmones. Cuando el diafragma se relaja, la cavidad torácica se contrae aumentando de este modo la presión y expulsando el aire de los pulmones.
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Tos
La tos es un movimiento de aire, súbito, ruidoso y violento, que tiende a despejar las vías respiratorias.
Toser, un reflejo familiar pero complejo, es una forma de protección de los pulmones y de las vías aéreas. Junto con otros mecanismos, la tos ayuda a los pulmones a desprenderse de las partículas aspiradas. La tos a veces se acompaña de esputo, una mezcla de mucosidad, desechos y células que es expulsada por los pulmones.
Los tipos de tos varían considerablemente. Una tos puede ser agotadora, especialmente si los accesos van acompañados de dolor torácico, de ahogo, o de una cantidad significativa de esputo, también llamado flema. Sin embargo, cuando la tos persiste durante mucho tiempo, como puede suceder en el caso de un fumador con bronquitis crónica, es posible que éste ni se dé cuenta de ello.
Las diversas características de la tos contribuyen a que el médico pueda determinar su causa. Por consiguiente, el médico puede formular las siguientes preguntas:
- ¿Cuánto tiempo hace que tiene tos?
- ¿En qué momento del día se produce?
- ¿Existe algún factor desencadenante: el aire frío, la posición, el hecho de conversar, comer o beber?
- ¿Se acompaña de dolores en el tórax, dificultad para respirar, ronquera, vértigo u otros síntomas?
- ¿Provoca la tos expectoración con esputos?
Una persona puede producir esputo sin toser, o tener tos seca sin esputo. El aspecto del esputo contribuye al diagnóstico médico. Si tiene un aspecto amarillo, verde o pardo puede indicar una infección por bacterias. Si en cambio es transparente, blanco o acuoso, no se trata de una infección bacteriana, sino de la presencia de un virus, de una alergia o de una sustancia irritante. El médico puede examinar el esputo al microscopio; las bacterias y los glóbulos blancos detectados son indicativos de infección.
Tratamiento
Por lo general, no se debería suprimir la tos con mucho esputo, ya que ésta desempeña un papel importante en la expectoración y limpieza de las vías respiratorias. Es más importante tratar la causa subyacente, que puede ser una infección, la presencia de líquido en los pulmones o una alergia. Por ejemplo, se pueden administrar antibióticos si se trata de una infección o antihistamínicos si se trata de una alergia.
Los medicamentos para la tos pueden utilizarse para combatir una tos seca (la que no va acompañada de expectoración), si ésta resulta molesta. También bajo ciertas circunstancias, como cuando alguien está cansado pero no puede dormir, se pueden usar productos para aliviar la tos, aunque éstos induzcan la expectoración. La tos se trata con dos grupos de fármacos: antitusígenos y expectorantes.
Terapia antitusígena
Los fármacos antitusígenos suprimen la tos. La codeína, un narcótico, es un calmante (analgésico) que suprime la tos al inhibir el centro de la tos en el cerebro, pero puede causar somnolencia. Puede también provocar náuseas, vómitos o estreñimiento. Si se toma codeína durante un período prolongado, es posible que se tenga que aumentar la dosis necesaria para suprimir la tos. Otros medicamentos narcóticos administrados para suprimir la tos tienen efectos secundarios similares.
El dextrometorfano no es un analgésico, pero inhibe eficazmente el centro de la tos en el cerebro. Esta sustancia, que se encuentra en muchos remedios contra la tos, de venta sin prescripción médica, no causa adicción ni produce somnolencia.
Los demulcentes forman una película protectora sobre el revestimiento irritado. Son útiles para la tos producida por una irritación de la laringe. Los demulcentes se presentan en forma de comprimidos y jarabe.
Los anestésicos locales, como la benzocaína, inhiben el reflejo de la tos.
Estos medicamentos se aplican directamente en la garganta por medio de un pulverizador, antes de realizar algunos exámenes que podrían verse dificultados por la tos, como una broncoscopia (examen que consiste en la observación de los bronquios mediante la introducción de un tubo provisto de instrumentos ópticos).
La inhalación de vapor, utilizando por ejemplo un vaporizador, puede suprimir la tos reduciendo la irritación de la faringe y de las vías respiratorias. La humedad del vapor también ablanda las secreciones, facilitando la expectoración. Se puede lograr el mismo resultado con un humidificador de vahos fríos.
Expectorantes
Los expectorantes son útiles para desprender la mucosidad, ya que ablandan las secreciones bronquiales y por lo tanto facilitan la expectoración. Los yoduros son expectorantes que se utilizan con frecuencia, al igual que la guaifenesina y el hidrato de terpina, ingredientes de muchas preparaciones de venta sin prescripción médica. El jarabe de ipecacuana a dosis bajas puede ser útil en los niños, especialmente en los afectados de tos ferina. Los fármacos que ablandan la mucosidad (llamados mucolíticos) se utilizan a veces cuando el principal problema es la presencia de secreciones bronquiales densas y viscosas, como sucede en la fibrosis quística.
Antihistamínicos, descongestionantes y broncodilatadores
Los antihistamínicos, que resecan el tracto respiratorio, tienen escasa o nula utilidad en el tratamiento de la tos, excepto cuando su causa es una alergia o un resfriado común que está en su fase inicial. Cuando la causa de la tos es otra, la acción secante de los antihistamínicos puede resultar contraproducente, ya que las secreciones se hacen más viscosas y más difíciles de expectorar.
Los descongestionantes como la fenilefrina, que alivia la obstrucción nasal, no son útiles para la tos, a no ser que la causa sea debida a un goteo posnasal.
Se pueden prescribir broncodilatadores, como los agentes simpaticomiméticos inhalados o la teofilina por vía oral, en caso de tos con estrechamiento de la vía aérea, como sucede en el asma bronquial y en el enfisema.
Ahogo
El ahogo (disnea) es una sensación molesta de dificultad respiratoria.
La frecuencia respiratoria aumenta durante el ejercicio en una persona sana; lo mismo le sucede cuando se encuentra a una altura elevada. Aunque la respiración rápida rara vez causa molestias, puede limitar la cantidad de ejercicios que se practique. La respiración acelerada en una persona con disnea suele acompañarse de una sensación de ahogo y dificultad para respirar con suficiente rapidez o profundidad. La disnea también limita la cantidad de ejercicio que se pueda realizar.
Otras sensaciones relacionadas con la disnea incluyen: la sensación de necesitar un mayor esfuerzo muscular para expandir la cavidad torácica durante la inspiración así como para vaciar el aire de los pulmones, la sensación de que el aire tarda más tiempo en salir de los pulmones durante la espiración, la necesidad imperiosa de volver a inspirar antes de finalizar la espiración, y diversas sensaciones a menudo descritas como opresión en el pecho.
Tipos de disnea
El tipo más frecuente de disnea es el que aparece al realizar un esfuerzo físico. Durante el ejercicio, el cuerpo produce más anhídrido carbónico y consume mayor cantidad de oxígeno. El centro respiratorio del cerebro aumenta la frecuencia respiratoria cuando las concentraciones de oxígeno en sangre son bajas, o cuando las del anhídrido carbónico son altas. Por otra parte, si la función pulmonar y cardíaca son anormales, incluso un pequeño esfuerzo puede aumentar de forma alarmante la frecuencia respiratoria y la disnea. En su forma más grave, la disnea puede incluso manifestarse durante el reposo.
La disnea de causa pulmonar puede ser consecuencia de defectos restrictivos u obstructivos. En la disnea de origen restrictivo se dificultan los movimientos respiratorios porque se restringe la expansión torácica debido a una lesión o pérdida de la elasticidad pulmonar, a una deformidad de la pared torácica o bien a un engrosamiento de la pleura. El volumen de aire que entra a los pulmones es inferior al normal, como lo indican las pruebas de función respiratoria. Las personas que tienen una disnea de origen restrictivo, se sienten habitualmente cómodas durante el reposo, pero sienten ahogo cuando realizan alguna actividad, porque sus pulmones no se expanden lo suficiente para conseguir el volumen de aire necesario.
La disnea de origen obstructivo ocasiona una mayor resistencia al flujo de aire debido al estrechamiento de las vías respiratorias. Así, por lo general, el aire puede inspirarse, pero no se espira de forma normal. La respiración es difícil, especialmente al espirar. Se puede medir el grado de obstrucción con las pruebas de función respiratoria. Un problema respiratorio puede incluir ambos defectos, restrictivo y obstructivo.
Dado que el corazón impulsa la sangre a través de los pulmones, es fundamental que la función cardíaca sea normal para que el rendimiento pulmonar sea adecuado. Si la función cardíaca es anormal puede acumularse líquido en los pulmones, originando el llamado edema pulmonar. Este proceso causa dificultad para respirar, acompañada con frecuencia de una sensación de asfixia o pesadez en el pecho. La acumulación de líquido en los pulmones puede también ocasionar un estrechamiento de las vías respiratorias y sibilancia al espirar, una afección denominada asma cardíaca.
Las personas con una alteración del ritmo cardíaco pueden tener ortopnea, o sea, un ahogo que aparece cuando están acostados y les obliga a sentarse. Existe otro tipo de disnea, llamado la disnea paroxística nocturna, un ataque de ahogo repentino, y con frecuencia aterrador, que se produce durante el sueño. La persona se despierta jadeante y debe sentarse o ponerse de pie para poder respirar. Este trastorno es una forma de ortopnea y también una señal de insuficiencia cardíaca.
La respiración periódica o de Cheyne-Stokes se caracteriza por los períodos alternantes de respiración rápida (hiperpnea) y lenta (hipopnea) o sin respiración (apnea). Sus posibles causas incluyen la insuficiencia cardíaca y un trastorno del centro cerebral que controla la respiración.
La disnea circulatoria es una situación grave que se presenta de repente. Se produce cuando la sangre no lleva suficiente oxígeno a los tejidos, por ejemplo, a causa de una hemorragia abundante o de una anemia. La persona respira rápida y profundamente, tratando de conseguir suficiente oxígeno.
El aumento de acidez de la sangre, como sucede en la acidosis diabética, puede producir un modelo de respiración lenta y profunda (respiración de Kussmaul), pero sin ahogo. Quien sufre de insuficiencia renal grave, puede quedarse sin aliento y comenzar a jadear rápidamente debido a una combinación de acidosis, insuficiencia cardíaca y anemia.
Una respiración intensa y rápida (hiperventilación) puede ser consecuencia de una lesión cerebral repentina, causada por una hemorragia cerebral, un traumatismo u otra afección.
Muchas personas tienen episodios durante los cuales experimentan una falta de aire y en consecuencia respiran de manera pesada y rápida. Dichos episodios, denominados síndrome de hiperventilación, sobrevienen más por ansiedad que por un trastorno físico. Muchos de los que experimentan este síndrome se alarman, creyendo que sufren un infarto cardíaco. Los síntomas son el resultado de la hiperventilación, causada por alteraciones en la concentración de gases en sangre (sobre todo por un valor de anhídrido carbónico inferior al normal). El individuo puede experimentar una alteración de la consciencia, habitualmente descrita como una sensación de que las cosas a su alrededor ocurren muy lejos. También experimenta una sensación de hormigueo en las manos, en los pies y alrededor de la boca.
Estructuras que pueden provocar dolor torácico |
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Dolor de pecho
El dolor torácico puede provenir de la pleura, de los pulmones, de la pared del tórax o de estructuras internas que no forman parte del aparato respiratorio, especialmente el corazón.
El dolor pleural, un dolor agudo a consecuencia de una irritación del revestimiento de los pulmones, empeora al efectuar una inspiración profunda y al toser. El dolor se alivia con la inmovilización de la pared del tórax, por ejemplo, sujetando el costado que duele y evitando las inspiraciones profundas o la tos. Habitualmente, se puede precisar la localización del dolor, aunque puede cambiar de lugar. El derrame pleural, una acumulación de líquido en el espacio comprendido entre las dos membranas de la pleura, puede producir dolor al principio, aunque éste con frecuencia desaparece cuando dichas membranas se separan por la acumulación de líquido. El dolor proveniente de otras estructuras respiratorias es por lo general más difícil de describir que el dolor pleural. Un absceso o un tumor pulmonar, por ejemplo, pueden causar un dolor de características mal definidas, que se localiza en el interior del pecho.
El dolor puede también originarse en la pared torácica y empeorar con la inspiración profunda o la tos; con frecuencia, se limita a una zona de la pared torácica, que también duele cuando se presiona. Las causas más comunes son las lesiones de la pared del tórax, como fracturas de las costillas y el desgarro o la lesión de los músculos intercostales.
Un tumor que crece dentro de la pared torácica puede provocar un dolor local o, si afecta a los nervios intercostales, producir un dolor referido (a lo largo de toda la zona inervada por dicho nervio). En ocasiones el herpes zoster (causado por el virus varicela-zoster), se manifiesta por un dolor torácico con cada inspiración, antes de la aparición de la típica erupción cutánea.
Sibilancias
La respiración sibilante es un sonido musical, como un silbido, que se produce durante la respiración, a consecuencia de la obstrucción parcial de las vías respiratorias.
La obstrucción en cualquier punto de la vía aérea provoca sibilancias. Sus causas pueden ser un estrechamiento general de las vías respiratorias (como asma o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica), un estrechamiento local (como un tumor), o la presencia de una partícula extraña alojada en las vías aéreas. El asma es la causa más frecuente de sibilancias recurrentes.
Sin embargo, muchas personas tienen sibilancias en algún momento de la vida, aunque nunca hayan padecido de asma. Habitualmente, la auscultación del tórax permite al médico detectar las sibilancias, pero puede ser necesario realizar pruebas funcionales respiratorias para valorar la importancia del estrechamiento de la vía aérea y la utilidad del tratamiento.
Estridor
El estridor es un sonido semejante a un graznido y es predominantemente inspiratorio; es consecuencia de una obstrucción parcial de la garganta (faringe), de la caja de los órganos de la fonación (laringe) o de la tráquea.
La intensidad del estridor suele ser suficiente para poder oírlo a cierta distancia, pero a veces puede ser perceptible sólo durante una respiración profunda. El sonido es provocado por un flujo de aire turbulento a través de una vía aérea superior que se ha estrechado.
En los niños, la causa puede ser una infección de la epiglotis o la aspiración de un cuerpo extraño.
En adultos, puede tratarse de un tumor, un absceso, una tumefacción (edema) de la vía aérea superior o un mal funcionamiento de las cuerdas vocales.
El estridor puede ser el síntoma de una afección potencialmente mortal, que requiere atención urgente. En tales casos, se introduce un tubo a través de la boca o de la nariz (intubación traqueal) o directamente en la tráquea (traqueostomía) para permitir que el aire evite la obstrucción, y así salvar la vida de la persona.
Hemoptisis
La hemoptisis es una expectoración de sangre proveniente del tracto respiratorio.
El esputo teñido de sangre es más bien corriente y no siempre es grave. Alrededor del 50 por ciento de los casos se debe a infecciones como la bronquitis aguda o crónica. No obstante, una hemoptisis abundante requiere un diagnóstico rápido por parte del médico.
Los tumores causan alrededor del 20 por ciento de las hemoptisis (sobre todo el cáncer del pulmón). Los médicos realizan controles para detectar cáncer del pulmón en todo fumador mayor de 40 años que presenta hemoptisis, incluso cuando el esputo está sólo teñido de sangre. Un infarto pulmonar (muerte de una parte del tejido pulmonar debido a la obstrucción de la arteria que lo alimenta) puede también causar hemoptisis. La obstrucción de una arteria pulmonar, denominada embolia pulmonar, puede aparecer cuando un coágulo de sangre circula por el flujo sanguíneo y se aloja en dicha arteria.
La hemorragia puede ser importante si, de forma accidental, se lesiona un vaso pulmonar con un catéter. Dicho catéter puede haber sido introducido dentro de la arteria o en la vena pulmonar para medir la presión en el corazón y en los vasos sanguíneos que entran y salen de los pulmones. El incremento en la presión de la sangre en las venas pulmonares, como puede suceder en la insuficiencia cardíaca, es también una causa de hemoptisis.
Diagnóstico
La hemoptisis puede tener una evolución potencialmente mortal, sobre todo cuando es intensa o recurrente, por lo que se debe encontrar la causa y detener la hemorragia. La broncoscopia (un examen que utiliza un tubo de observación que se introduce en los bronquios) puede identificar la zona de la hemorragia. Otra exploración en la que se utiliza un indicador radiactivo (gammagrafía de perfusión) puede poner de manifiesto una embolia pulmonar. En un número de pacientes que oscila entre el 30 y el 40 por ciento de los casos, no se puede determinar la causa, aun utilizando numerosas exploraciones; sin embargo, sí es posible establecer la causa de una hemoptisis intensa.
Dedos en palillo de tambor |
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Tratamiento
La hemoptisis leve puede no requerir tratamiento, o sólo el uso de antibióticos para tratar una infección. La hemorragia puede producir coágulos que obstruyen las vías respiratorias y causar ulteriores problemas de respiración; por consiguiente, la tos es un mecanismo eficaz para despejar las vías aéreas y no se debería suprimir con medicamentos antitusígenos. La inhalación de vapor o los vahos fríos producidos con un vaporizador o un humidificador pueden ayudar a expulsar un coágulo. También puede ser necesaria una fisioterapia respiratoria. Cuando un coágulo grande obstruye un bronquio principal, se puede extraer utilizando un broncoscopio.
Por lo general, la hemorragia de los vasos sanguíneos más pequeños se detiene espontáneamente. Por el contrario, la hemorragia de un vaso principal suele requerir tratamiento. El médico puede tratar de detener la hemorragia mediante un procedimiento llamado embolización de la arteria bronquial. Utilizando los rayos X como guía, el médico introduce un catéter dentro del vaso y luego inyecta una sustancia química que ocluye el punto sangrante. La hemorragia causada por una infección o una insuficiencia cardíaca por lo general desaparece cuando el tratamiento del trastorno subyacente da buenos resultados. A veces se puede necesitar una broncoscopia o una intervención quirúrgica para detener la hemorragia, o incluso puede ser necesario extirpar quirúrgicamente la porción enferma del pulmón. Estos procedimientos de alto riesgo se utilizan solamente como último recurso. Si existen alteraciones en la coagulación que contribuyan a la hemorragia, puede ser necesaria una transfusión de plasma, de factores de coagulación o de plaquetas.
Cianosis
La cianosis es una coloración azulada de la piel causada por una oxigenación insuficiente de la sangre.
La cianosis se produce cuando la sangre desprovista de oxígeno, que es más azulada que roja, circula por los vasos de la piel. Habitualmente, la cianosis que está restringida a los dedos de las manos y de los pies, se produce porque la sangre fluye muy lentamente a través de los miembros. Puede aparecer cuando los latidos del corazón se debilitan o bien cuando se está expuesto al frío. La cianosis que afecta a todo el cuerpo puede ser consecuencia de varios tipos de enfermedades pulmonares graves y de ciertas malformaciones cardíacas y vasculares, que desvían la sangre desde el lado venoso hacia el lado arterial de la circulación general.
Un análisis de los gases en la sangre arterial puede determinar la cantidad de oxígeno en la sangre. Para determinar la causa de la disminución de oxígeno en la sangre y la cianosis subsecuente, pueden ser necesarias radiografías y exploraciones del flujo sanguíneo y de la función cardíaca y pulmonar. La administración de oxígeno suele ser el tratamiento de primera instancia.
Dedos en palillo de tambor
Los dedos en palillo de tambor se caracterizan por el engrosamiento de los extremos del dedo y la pérdida del ángulo normal de la matriz de la uña.
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Dedo normal | Dedo en palillo de tambor |
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Dedos en palillo de tambor
Los dedos en palillo de tambor son un ensanchamiento de las puntas de los dedos de las manos y de los pies, con una pérdida del ángulo de salida de la uña.
A menudo esta deformación de los dedos (que en sí misma no reviste gravedad) es consecuencia de una enfermedad pulmonar, aunque otras enfermedades también pueden producirla. En algunas familias los dedos en palillo de tambor no están relacionados con ninguna enfermedad y son hereditarios.
Insuficiencia respiratoria
La insuficiencia respiratoria es una enfermedad en la cual disminuyen los valores de oxígeno en sangre o aumentan los de anhídrido carbónico de forma peligrosa.
La insuficiencia respiratoria se debe al intercambio inadecuado de oxígeno y anhídrido carbónico entre los pulmones y la sangre o a una alteración de la ventilación (movimiento del aire hacia dentro y fuera de los pulmones).
Casi todas las enfermedades que afectan a la respiración o los pulmones pueden causar insuficiencia respiratoria. Una sobredosis de narcóticos o de alcohol puede causar un sopor tan profundo que la persona deja de respirar, produciéndose insuficiencia respiratoria. Otras causas frecuentes son la obstrucción de las vías aéreas, las lesiones del tejido pulmonar, el daño de los huesos y de los tejidos que revisten los pulmones y la debilidad de los músculos que se encargan de la entrada de aire a los pulmones. La insuficiencia respiratoria puede producirse cuando se altera la circulación sanguínea a través de los pulmones, como sucede en la embolia pulmonar. Este trastorno no interrumpe el movimiento de salida y llegada de aire a los pulmones. Sin embargo, sin el flujo de sangre en una parte del pulmón, el oxígeno no se extrae adecuadamente del aire y el anhídrido carbónico no se transfiere a la sangre. Otras causas que pueden ocasionar un flujo anormal de sangre y que pueden causar insuficiencia respiratoria, son ciertas alteraciones congénitas de la circulación que envían la sangre directamente al resto del cuerpo sin pasar primero por los pulmones.
Drenaje postural
Las posiciones de drenaje varían según las zonas de las vías respiratorias que se quieran drenar.
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Síntomas y diagnóstico
Algunos síntomas de insuficiencia respiratoria varían según la causa. Sin embargo, una concentración de oxígeno inferior al valor normal causa cianosis (una coloración azulada de la piel) y los valores elevados de anhídrido carbónico producen confusión y somnolencia. Una persona con obstrucción de las vías aéreas puede jadear, esforzándose por respirar, mientras que alguien que está intoxicado o débil puede simplemente caer en un estado de coma. Independientemente de cuál sea la causa de la insuficiencia respiratoria, los valores disminuidos de oxígeno causan un mal funcionamiento cardíaco y cerebral, provocando una alteración de la consciencia y de la frecuencia cardíaca (arritmias) con riesgo de muerte. La acumulación de anhídrido carbónico hace que la sangre se vuelva ácida, afectando a todos los órganos, especialmente el corazón y el cerebro. El cuerpo trata de librarse por sí mismo del anhídrido carbónico con una respiración profunda y rápida, pero este tipo de respiración puede ser inútil si los pulmones no funcionan con normalidad.
Si la insuficiencia respiratoria se desarrolla lentamente, la presión en los vasos sanguíneos de los pulmones aumenta, ocasionando una alteración denominada hipertensión pulmonar. Sin un tratamiento adecuado, ésta daña los vasos sanguíneos, dificultando la transferencia de oxígeno a la sangre y, al forzar el corazón, causa insuficiencia cardíaca.
Tratamiento
Inicialmente se administra oxígeno en la mayoría de los casos. Por lo general, se da una cantidad superior a la necesaria, a menos que el paciente padezca una insuficiencia respiratoria crónica. En estos casos, cuando una persona recibe demasiado oxígeno, su respiración tiende a ser más lenta.
También se debe tratar la causa subyacente. Se administran antibióticos para combatir la infección y broncodilatadores para dilatar las vías aéreas, pudiéndose administrar otros medicamentos para reducir la inflamación y prevenir los coágulos sanguíneos.
Algunos pacientes muy graves necesitan un respirador artificial para respirar. Se introduce un tubo de plástico a través de las fosas nasales o de la boca hasta el interior de la tráquea; este conducto se conecta a una máquina que impulsa el aire dentro de los pulmones. La espiración se produce pasivamente debido al carácter elástico de los pulmones. Se pueden utilizar varios tipos de respiradores y modos de intervención, de acuerdo con el trastorno subyacente. Cuando los pulmones no funcionan correctamente, se puede administrar oxígeno adicional a través del respirador. La respiración artificial puede salvar la vida de un paciente cuando éste es incapaz de lograr por sí mismo una ventilación suficiente.
Se debe supervisar y adaptar cuidadosamente la cantidad de líquido en el organismo para optimizar la función pulmonar y cardíaca. Se debe mantener el equilibro de la acidez de la sangre, ya sea ajustando la frecuencia respiratoria o utilizando medicamentos que neutralicen la acidez. Se administran medicamentos para tranquilizar al paciente, reduciendo por consiguiente la necesidad de oxígeno del organismo y facilitando la insuflación pulmonar.
Cuando el tejido pulmonar está gravemente afectado, como ocurre en el síndrome de distrés respiratorio del adulto, los médicos consideran la posibilidad de administrar corticosteroides para disminuir la inflamación. Sin embargo, no se justifica el uso sistemático de estos fármacos porque pueden causar muchas complicaciones, incluyendo una reducción de la fuerza muscular. Por lo general, dan mejor resultado en las personas que padecen enfermedades que causan inflamación pulmonar o de las vías aéreas, como las vasculitis, el asma y las reacciones alérgicas.
Terapia respiratoria
Los terapeutas de la respiración utilizan varias técnicas para ayudar a la curación de las enfermedades pulmonares, como el drenaje postural, la aspiración, los ejercicios de respiración y la respiración con los labios fruncidos. La terapia se elige en función de la enfermedad subyacente y del estado general del paciente.
Drenaje postural
En el drenaje postural, el paciente se sitúa de forma inclinada o en un ángulo determinado para contribuir al drenaje de las secreciones pulmonares. También se pueden dar palmadas en el pecho o en la espalda para ayudar a despegar las secreciones (técnica llamada percusión del tórax). Como alternativa, el terapeuta puede utilizar un vibrador mecánico. Estas técnicas se utilizan a intervalos en pacientes con afecciones que producen mucho esputo, como la fibrosis quística, las bronquiectasias y el absceso pulmonar. Dichas técnicas también se pueden utilizar cuando la persona no puede expectorar eficazmente, como sucede con la gente mayor, los individuos con debilidad muscular y quienes se hallan en convalecencia de una intervención quirúrgica, un traumatismo o una enfermedad grave.
Aspiración
Los terapeutas de la respiración y las enfermeras pueden utilizar la aspiración para extraer las secreciones de las vías aéreas. Para llevarla a cabo, generalmente pasan un pequeño tubo de plástico a través de la nariz, el cual se introduce unos centímetros dentro de la vía aérea. Una aspiración suave con un sistema de vacío succiona las secreciones que no se pueden expulsar. La aspiración se usa también para eliminar las secreciones en pacientes que han sido sometidos a una traqueostomía, o que tienen un tubo de respiración introducido a través de la nariz o de la boca hasta la tráquea.
Ejercicios de respiración
Los ejercicios de respiración pueden proporcionar una sensación de bienestar, mejorar la calidad de vida y ayudar a reforzar los músculos que inflan y desinflan los pulmones; sin embargo, no mejoran la función pulmonar de modo directo. Más aún, los ejercicios de respiración en los grandes fumadores y otras personas con enfermedades pulmonares disminuyen las probabilidades de complicaciones pulmonares tras la cirugía. Dichos ejercicios son particularmente útiles en individuos sedentarios que padecen una enfermedad pulmonar obstructiva crónica o que han sido sometidos a una respiración mecánica.
Con frecuencia, estos ejercicios se realizan con un instrumento llamado espirómetro incentivador. La persona inhala lo más fuerte posible en un tubo conectado a un dispositivo plástico. El dispositivo aloja una bola que se eleva a cada inhalación. Estos dispositivos se usan sistemáticamente en los hospitales, antes y después de la cirugía.
Sin embargo, los ejercicios de respiración profunda, estimulados por enfermeras y terapeutas de la respiración, pueden ser más eficaces que los ejercicios de respiración con un espirómetro incentivador.
Respiración con los labios fruncidos
Esta técnica puede ser útil en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cuyos pulmones se inflan demasiado durante los ataques de obstrucción de las vías respiratorias, o debido al pánico o a un esfuerzo. La respiración con los labios fruncidos también constituye un ejercicio adicional de respiración para quienes se someten a ejercicios respiratorios.
Se enseña al paciente a espirar con los labios parcialmente cerrados (fruncidos), como si se estuviera preparando para silbar. Este ejercicio aumenta la presión en las vías aéreas y ayuda a prevenir un colapso de las mismas. Este ejercicio no causa efectos adversos y algunas personas adoptan el hábito sin ninguna instrucción.